lunes, 24 de septiembre de 2018

Llegué a un lugar
en que ningún libro
me habla.
El sol brilla
atrás de un edificio
y pajaritos dicen
los probables caminos
de algún bicho.
Yo voy por el medio,
un poco borracho de tanto
querer a dos o tres personas,
pero me acuerdo de cuando
todos los libros
me hablaban
a mí
y ahora solamente me importan
los caminos que los pajaritos
les marcan a los bichos,
las frases de dos
o tres
amigos y amigas
durante el fin de semana
y el sol que sube, atrás
de un edificio.
Una fiesta, se hicieron
tantas emociones en mi cuerpo
durante la semana
que termina.
Una drogada y bailando,
otra vomitando en el baño,
dos que afuera
están a punto
de boxearse.
Y yo las miro
sin intervenir,
las dejo ser,
curioso
del amanecer
de cada una de ellas
y de cómo encararán
su domingo.

Las caras de los dos
en una olla que hierve,
la cara de él buscando
el tesoro
en la cara de ella,
el lugar
donde esconde
la guita,
el brillo
de lo blanco
del ojo,
la olla
que hierve
con dos caras
adentro.
En la cama, cada cual
con su libro, y en silencio.
Una palabra sola salió
de la boca de alguien,
no me acuerdo de quién.
Nos distrajimos, y nos miramos
y nos dimos un beso y nos quedamos
unos segundos mirándonos, y después miré el techo
y me di vuelta y miré la pared,
pensando
alguna pavada y vos ya habías vuelto a tu libro
así que yo también volví al mío.


Soñé que iba
sosteniendo una valija
en la mano derecha
por todas partes,
estaciones de tren, aeropuertos
y paisajes abiertos onda la pampa o un desierto
sosteniéndole la valija
a algo que no reconocí
en todo el sueño.
El otro día en una fiesta
flashié papanuel
y empecé a meterles md en la boca
a los desconocidos.
Todos me querían mucho,
eran como cincuenta chicos y chicas
que me querían mucho,
estábamos muy contentos.
Y contentas,
porque una chica también tengo yo adentro.
Ahora estoy sin plata
hasta dentro de diez días,
que cobro,
pero no importa,
de alguna manera
me la voy a arreglar.
Vengo a casa del trabajo
y con media cebolla,
un puñado de carne picada
y medio tomate,
poniendo bien las especias,
poniendo las especias de forma justa
y creativa,
la polenta es una delicia.
O con un poco de cebolla rehogada nomás
y tres dados de queso
la polenta no será tanto como una delicia,
pero con un libro bueno
y un té frío
de mi planta
de cedrón
la paso bien y estoy contento.
Es mejor con carne
picada,
que además le puedo
a mi gato
convidar un poco.
Y especias: justas
y creativas.
Después sin plata
soy muy de estar en silencio,
meditar, hacer yoga, leer.
Porque la música
fuerte
me da ganas de tomar cerveza
y la música
linda
me da ganas de tomar vino
y el vino me da ganas de comer carne
y la música
electrónica que pongo
para limpiar la casa o para leer
ron o fernet.
Así que mejor leo un libro
sentado en el piso y en silencio
tomando té frío
de inca yuyo
o salgo a correr
y después hago
cebolla
ajo
tomate
lentejas
papa
y muy poquita
carne barata,
un pedazo de roast beef
cortado en dados,
que le doy unos pedacitos
a mi gato
Boris.
Y así pasa un día,
y pasan dos días
y yo estoy tranquilo
y callado la boca
y de golpe un día
pasaron diez días
y ya puedo otra vez
salir a divertirme
con desconocidos
y desconocidas.


Adentro de cada persona,
en un lugar imaginario
que yo inventé,
una ciudad imaginaria
o pueblo imaginario
que yo inventé,
ahí
adentro de cada persona
la proporción
entre el bien y el mal
de adentro de cada persona
en este pueblo
que inventé
es la misma
proporción
entre el bien y el mal
que había
en el pueblo entero.
En todo el pueblo
la misma proporción
entre bien y mal
que adentro de cada persona.
Y cada persona
estaba en guerra con el mal
de adentro suyo,
no con el mal
del otro.
Y esta guerra
de cada persona
contra el mal
de adentro suyo
era a cuchillazos.
Y cada cuchillazo
era un poema.
Y vos no podés corregir el vuelo
de un cuchillo:
cuando lo largaste
lo largaste y su trayectoria
no puede
corregirse.
Es por eso más o menos
que últimamente
no corrijo
los poemas.
Esa voz
que a todo lo vuelve lindo
en la tierra,
esa voz
que me vuelve ansioso,
agresivo
a veces,
esa voz
que me hace
reír,
esa voz
que me deja tan solo
en el tren cuando voy y vengo
entre mi casa y mi trabajo,
esa voz
que hace crecer el pasto.
Me picó
un mosquito
en el pecho
y vi tu voz
rodar
tintineante
sonriente
por la escalera
adelante mío
y yo bajé
haciendo
el menor esfuerzo
posible,
a ver
voz
si dejás de caer
y frenás
ahí,
en el escalón
al que llego.

Solamente soy pasto Solamente soy pasto que intenta crecer todo junto y a la misma velocidad, no dar mucho trabajo cuando alguien veng...