Llegué a un lugar
en que ningún libro
me habla.
El sol brilla
atrás de un edificio
y pajaritos dicen
los probables caminos
de algún bicho.
Yo voy por el medio,
un poco borracho de tanto
querer a dos o tres personas,
pero me acuerdo de cuando
todos los libros
me hablaban
a mí
y ahora solamente me importan
los caminos que los pajaritos
les marcan a los bichos,
las frases de dos
o tres
amigos y amigas
durante el fin de semana
y el sol que sube, atrás
de un edificio.
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